
A principios de este siglo se produjo la eclosión de las energías renovables en Europa, a través de medidas normativas de la mayor parte de los países, primando la producción eléctrica de origen renovable. Fue el surgimiento y desarrollo especialmente de las energías fotovoltaica y eólica y, en menor medida, la biomasa y el biogás.
Las medidas fueron diferentes de unos lugares a otros, aunque países como Alemania lideraron la política de incentivos. En los últimos años estos incentivos han venido a moderarse a causa de la crisis económica y los consiguientes déficits públicos, así como por no haberse producido continuidad al espíritu de Kioto y por la falta de acompañamiento en la introducción de medidas limitadoras del cambio climático en las zonas más contaminantes del mundo, Asia y Norteamérica. No obstante, la creciente sensibilización de las poblaciones de estas zonas, permite abrigar cierto optimismo sobre el resultado de la conferencia de París, celebrada a finales del año 2.015.
Realmente se puede decir del biogás que se trata de la energía más limpia existente, pues su utilización no se limita, como las demás energías renovables, a evitar el consumo de las energías fósiles (principales causantes del cambio climático), sino que evita la emisión libre a la atmósfera de dióxido de carbono y gas metano, al controlarlo anaeróbicamente, evitando sus emisiones y obteniendo utilidad energética del mismo.
Se trata, por lo tanto, de una energía verde que también limpia.
En Europa ha tenido especial desarrollo al abrigo de muy interesantes incentivos en países como Alemania, en cuyo suelo se ha construido el 65% de las plantas de biogás existente en todo el continente. Otros países, como Italia y Dinamarca han seguido el modelo alemán. Sin embargo este modelo contiene la trampa de haberse permitido la introducción de cultivos energéticos para la producción de biogás, con lo que se ha restado del mercado elementos necesarios para la alimentación humana y animal, al tiempo que no se han agotado residuos contaminantes para el medio ambiente. La producción de biogás con cultivos reduce las emisiones equivalentes de los combustibles fósiles, pero no evita emisiones derivadas de la gestión de residuos. Recientemente Alemania ha prohibido la producción de biogás con cultivos energéticos en régimen primado de precios a partir de 2.017.
Al abrigo de una normativa muy favorable, el desarrollo de esta energía fue enormemente dinámico en Alemania, exportando no solo la tecnología básica, sino la derivada de la motorización necesaria para la cogeneración eléctrica, los equipos de impulsión, la instrumentación para el seguimiento del proceso, etc.
Precisamente, la cogeneración eléctrica fue quizás el segundo error del sistema de incentivos, por cuanto los rendimientos de los motores generadores difícilmente superan el 40% del potencial del gas utilizado. Sin embargo, los atractivos incentivos públicos permitían una rentabilidad interesante no obstante el bajo rendimiento eléctrico del proceso.
En España, con una normativa muy generosa en los incentivos para las energías eólica y fotovoltaica, se discriminó el biogás, donde las primas públicas a la producción eléctrica eran un 35% inferiores a las del resto de países europeos. Ello, unido a las dificultades de desarrollar cultivos energéticos rentablemente por la escasa pluviosidad del país, motivó el escaso desarrollo del sector, con solo 30 plantas de digestión anaeróbica, frente a las más de 8.000 de Alemania.
La falta de otro referente, por otra parte, motivó que estas pocas plantas se construyeran según el modelo alemán, diseñado para la utilización de cultivos energéticos, y sin acuciantes necesidades de mejorar productividades, dada la generosidad de los incentivos públicos. Ello, unido a la falta de tecnólogos con conocimientos suficientes para el desarrollo de plantas alimentadas exclusivamente con residuos, incrementó las dificultades del sector. El broche a estas dificultades la ha puesto la posterior normativa del gobierno español, cancelando la autorización de nuevas instalaciones en régimen primado de producción eléctrica, y reduciendo en más del 25% los limitados incentivos existentes para las plantas en funcionamiento. Ello ha determinado la no construcción de más plantas, así como graves problemas de supervivencia de las existentes.
Siendo importante ecológicamente el problema de la gestión de residuos, ello se agrava con la saturación de contaminantes ganaderos en grandes zonas del centro y norte de Europa, lo que ha llevado a incrementar las cabañas españolas para descongestionar aquella zona, al socaire del sistema de integración de grandes empresas cárnicas norte-europeas; no se ha abordado aún una solución generalizada. Con ello, el problema se ha trasladado en gran medida a zonas porcinas españolas como las comarcas de Osona, Urgell o Baix Ebre en Cataluña.
En base a todo ello se puede concluir que no hay futuro alguno para la generación eléctrica procedente del biogás exceptuando autoconsumos o producciones en islas, siendo difíciles de rentabilizar las primeras con la legislación actual y extrañas las segundas para potencias elevadas en un país industrializado. Pero ello no significa la muerte del biogás como fuente de generación energética. Se le necesita, y no solo por motivos ecológicos, sino también por razones económicas, dado su potencial para el desarrollo de zonas deprimidas y como coadyuvante a la mejora de nuestra balanza comercial internacional. Pero, fundamentalmente, porque es una oportunidad de negocio importante en un momento en que la globalización ha transferido las actividades industriales a países en proceso de desarrollo.
Y esa oportunidad se produce con la posibilidad de introducir el biogás en el mundo comercial del gas natural, y no solo ya por la identidad de su composición química, sino por competitividad en precios, ya que, gestionado adecuadamente, el biogás puede tener un coste más económico que el gas natural de origen fósil. Es decir, se trata de competir libremente en los mercados energéticos, lejos de retribuciones con marcos primados, de tan nefasta experiencia en nuestro país.
Para ello resulta necesaria una reducción importante en los costes de inversión, lo cual solo se puede conseguir introduciendo nuevas técnicas en el proceso productivo que revolucionen la acomodaticia tecnología alemana de general implantación en el continente.
Para aumentar la rentabilidad de los proyectos de biogás hay tres caminos básicos:
- Reducir el coste de inversión. En otras palabras, aumentar la eficiencia de producción de la planta.
- Reducir el coste de operación.
- Dar valor añadido al producto, en este caso biometano.
La empresa AGF se ha preocupado en los últimos años de investigar en estos campos, obteniendo resultados exitosos en laboratorio y en proyectos industriales, como la planta de biogás de Urbiliza Renovables en Remolinos, en Zaragoza. Estos avances han permitido la construcción de la planta de Biogasnalia, en Burgos y estar participando en proyectos internacionales de primer nivel, principalmente en Reino Unido.
Se ha conseguido una reducción sustancial de los costes de inversión pues, para potencias similares y en ciertos escenarios, estos costes se han reducido en más de un cincuenta por ciento. Y todo ello se ha conseguido mediante un proceso más eficiente, un diseño de ingeniería óptimo y una operación cuidadosa de las plantas.
De este modo, en las plantas de AGF puede obtenerse biogás ya depurado a un coste de unos 12€/MWh, muy por debajo de los precios históricamente mínimos de los mercados mundiales del gas natural.
A día de hoy puede decirse que, en casos concretos, el biometano es competitivo con el mercado de los combustibles fósiles.
AGF, por otra parte, no se ha limitado a mejorar las técnicas de obtención de biogás, sino que ha profundizado en Plantas de Enriquecimiento de biometano, comercialización del gas, en plantas de Nitrificación Des-Nitrificación de purines y procesos de higienización entre otros, ampliando el concepto de planta de biogás.
De especial interés es el desarrollo de las plantas de Nitrificación Des.Nitrificación (N.DN) pensada para minorar los negativos efectos ecológicos del exceso de nuestra cabaña ganaderas, especialmente en lo referente a la calidad de los acuíferos de las zonas de producción porcina.
Hay que destacar que todo lo comentado se ha desarrollado en un escenario como el actual, de inexistencia de protección o ayuda alguna a esta energía renovable. Pero, si disposiciones como el Real Decreto 639/2016, de apoyo al gas en el transporte pesado, se convierten en una realidad a través de las adecuadas normas de desarrollo, y los acuerdos de la Cumbre de París suponen exigencias firmes para la U.E. y para España, resulta previsible, al menos, que disposiciones de carácter fiscal otorguen una mayor ventaja competitiva a esta energía. Se haría, de este modo, un gran servicio al planeta y a las generaciones futuras.
Fernando Selva